La multa a X reaviva el debate sobre el exceso de burocracia de la UE y agrava el choque con Washington
La decisión de la Comisión Europea (CE) de multar con 120 millones de euros a la red social X por incumplir sus obligaciones de transparencia bajo la Ley de Servicios Digitales (DSA) ha agravado el choque con Washington y ha reabierto el viejo debate sobre el exceso de burocracia en la Unión Europea (UE). Bruselas considera que "el uso por parte de X de la marca de verificación azul para las cuentas verificadas engaña a los usuarios". En concreto, habla de un "diseño engañoso" del check azul, falta de transparencia en el repositorio de publicidad y negativa a facilitar datos públicos a investigadores.

La respuesta de Washington ha sido especialmente dura. El Gobierno de Estados Unidos ha cargado contra la decisión y el secretario de Estado, Marco Rubio, ha llegado a afirmar que "la multa de 140 millones de dólares impuesta por la Comisión Europea no es solo un ataque a X, sino un ataque a todas las plataformas tecnológicas estadounidenses y al pueblo estadounidense por parte de gobiernos extranjeros". "Se acabó la censura online para los estadounidenses", añadió en su cuenta de la propia red social. El presidente Donald Trump ha calificado la sanción de "desagradable" y ha advertido de que "Europa está yendo en la mala dirección" y de que "tiene que ser muy cuidadosa", en unas declaraciones que encajan con la estrategia de su Administración de denunciar a la UE como un bloque sobrerregulado y hostil hacia las grandes tecnológicas estadounidenses.
Elon Musk, dueño de X, ha ido aún más lejos y ha convertido el caso en un ataque frontal a la arquitectura institucional europea. Tras conocerse la multa, respondió con un escueto "Bull----" (tonterías) en X y, en mensajes posteriores, pidió incluso la abolición de la UE. "La UE debería ser abolida y la soberanía devuelta a los países individuales, para que los gobiernos puedan representar mejor a su gente", afirmó.
Desde Bruselas, la respuesta ha sido defender la DSA como una norma centrada en la transparencia y no en la censura de contenidos. La Comisión subraya que la sanción se basa en obligaciones legales "estrictamente técnicas y regulatorias" vinculadas al diseño de la plataforma, la publicidad y el acceso a datos, y no en las opiniones o el discurso político que circula en X.
VOCES CRÍTICAS
Tanto ahora, con motivo de esta sanción, como en otros momentos del pasado, múltiples voces reputadas se han mostrado críticas con la burocracia europea y su impacto empresarial y económico. El consejero delegado de JP Morgan, Jamie Dimon, ha advertido estos días de que "Europa tiene un verdadero problema" y ha señalado que, aunque "han hecho cosas maravillosas con sus redes de seguridad", también "han expulsado a las empresas, han expulsado la inversión, han expulsado la innovación". A su juicio, una Europa débil "nos perjudica" también a Estados Unidos.
En España, la presidenta de Santander, Ana Botín, viene reclamando reiteradamente un giro regulatorio que haga el entorno europeo más propicio para los negocios. El pasado mes de noviembre, lamentaba que los estadounidenses estén hablando de "desregulación" mientras los europeos solo hablan de "simplificación normativa". En concreto, se refería a las reglas bancarias de la UE, y criticaba que sumen 95.000 páginas de texto. "Equivale a cien veces el Quijote", decía.
¿MONSTRUO BUROCRÁTICO O RED DE SEGURIDAD?
Las críticas de Musk, la ofensiva verbal de la Administración Trump y las advertencias de voces reputadas confluyen así en una misma línea de fondo: la percepción de que la UE ha construido un monstruo burocrático que puede estar lastrando su capacidad para atraer inversión, impulsar la innovación y competir con Estados Unidos y China. Frente a esa narrativa, Bruselas se reivindica como garante de un mercado único basado en reglas y derechos, y defiende que la DSA y el resto de su armazón regulatorio son un requisito para preservar la transparencia, la competencia y los estándares democráticos en el entorno digital.
La batalla en torno a la multa a X se ha convertido, así, en algo más que un choque entre un regulador y una gran tecnológica: es el último episodio de una discusión más amplia sobre si la burocracia y la sobrerregulación son el precio inevitable de un modelo europeo más garantista o, como sostienen sus críticos, el freno silencioso que amenaza con dejar a Europa rezagada en la carrera global por el crecimiento y la innovación.




