El IPC de China cae más de lo previsto en septiembre y se mantiene en territorio deflacionario
Los precios al consumidor en China descendieron más de lo esperado en septiembre, mientras que la deflación en los precios al productor continuó, reflejando el impacto de la debilidad de la demanda interna y las preocupaciones comerciales sobre la confianza de los consumidores y las empresas.

Según datos publicados este miércoles por la Oficina Nacional de Estadísticas, el índice de precios al consumidor (IPC) cayó un 0,3% interanual en septiembre, una disminución mayor que la prevista por los economistas, que esperaban un descenso del 0,2%, aunque algo menor que la caída del 0,4% registrada en agosto.
En términos mensuales, los precios aumentaron un 0,1%, una recuperación más moderada de lo anticipado por los analistas, que proyectaban un alza del 0,2%.
El IPC subyacente, que excluye los precios volátiles de los alimentos y la energía, subió un 1,0% interanual, su nivel más alto desde febrero de 2024.
Por su parte, el índice de precios al productor (IPP) registró una caída del 2,3% interanual, en línea con las previsiones del mercado. No obstante, la deflación se moderó por segundo mes consecutivo, ya que las caídas de precios se redujeron desde el 2,9% en agosto y el 3,6% en julio.
Pese a esta señal positiva, los economistas advierten de que los riesgos persisten. Stephen Innes, gestor de SPI Asset Management, describe la situación económica de China como "un invierno prolongado de precios", en el que la deflación ha dejado de ser un simple indicador estadístico para convertirse en un estado de ánimo colectivo. Según el analista, el país atraviesa su periodo deflacionario más largo en más de cuatro décadas, con más de tres años consecutivos de caída en los precios de fábrica.
En opinión de Innes, las cifras de hoy reflejan un mal estructural: el colapso del sector inmobiliario, la sobreproducción industrial y una guerra de precios constante que está erosionando los márgenes empresariales, reduciendo beneficios y debilitando la confianza tanto de las compañías como de los consumidores.
El analista considera que, aunque el PIB oficial siga creciendo cerca del 5%, el crecimiento nominal real apenas ronda el 3%, lo que revela un estancamiento encubierto. A su juicio, el hecho de que Pekín haya reducido su objetivo de inflación al 2% para 2025 demuestra que el Gobierno ya no confía en reactivar la demanda interna. Innes sostiene que las medidas de estímulo tradicionales, tanto monetarias como fiscales, ya no son suficientes para revertir una deflación profundamente arraigada en una economía que sigue produciendo más de lo que el mercado puede absorber. En definitiva, China, dice, mantiene encendidos sus hornos industriales, pero el calor apenas llega a la superficie: una economía que sigue en movimiento, aunque incapaz de salir del frío.



