Del chip al qubit: el valor que desafía a Nvidia tras dispararse un 340% en un año
¿Y si el relevo de Nvidia ya estuviera en marcha, pero aún a años de distancia? La inteligencia artificial ha sido el motor más potente de esta década, pero el informe de los expertos de The Motley Fool publicado este lunes lanza una pregunta provocadora: ¿deberían los inversores vender sus acciones de Nvidia para subirse al tren de la computación cuántica? El debate está abierto, y el nombre que acapara titulares es IonQ, cuyas acciones suben un 340% en los últimos doce meses.

Keithen Drury, estratega de la citada firma, lo resume así: “IonQ podría ser para la computación cuántica lo que Nvidia ha sido para la inteligencia artificial”. Sin embargo, el entusiasmo no debe confundirse con inmediatez. El horizonte cuántico todavía está a unos cuantos años de distancia.
EL LEGADO DE NVIDIA: UNA MÁQUINA DE CREAR VALOR
La historia reciente de Nvidia es la de un ascenso meteórico. Desde el inicio de 2023, sus acciones se anotan algo más de un 1.100%, impulsadas por la demanda de chips gráficos (GPU) utilizados en inteligencia artificial, biotecnología, minería de criptomonedas y simulaciones industriales.
Drury lo explica con claridad: “Los chips de Nvidia se han convertido en el estándar de oro de la computación de alto rendimiento”. Su capacidad para ejecutar millones de cálculos en paralelo ha cimentado su dominio.
Y los próximos años podrían ser incluso mejores. Según las estimaciones de la propia compañía, la inversión en centros de datos destinados a IA crecerá desde los 600.000 millones de dólares actuales hasta entre 3 y 4 billones en 2030. Si ese ritmo se mantiene, el gasto anual en infraestructura aumentaría a un 42% anual. “Si Nvidia logra mantener su posición, sus acciones podrían multiplicarse por seis en cinco años”, subraya el analista.
IONQ: UNA APUESTA A LARGO PLAZO EN EL UNIVERSO CUÁNTICO
Mientras Nvidia capitaliza la era de la inteligencia artificial, IonQ se posiciona en la siguiente revolución: la computación cuántica. Su propuesta es un sistema completo que integra hardware y software para ejecutar cálculos imposibles en ordenadores convencionales.
“IonQ está construyendo el equivalente cuántico de la GPU”, afirma Drury. Si su tecnología llega a ser comercialmente viable, podría transformar sectores enteros, desde la logística hasta la farmacología. El problema, reconoce el propio experto, es el calendario: “La mayoría de las compañías del sector no esperan rentabilidad real antes de 2030”.
Actualmente, IonQ tiene una capitalización cercana a 22.000 millones de dólares y ha superado a Nvidia en rentabilidad bursátil desde 2023, con un avance del 2.150%. Pero ese impulso refleja más ilusión que beneficios tangibles. Si el mercado cuántico alcanza los 15.000 millones anuales en 2030, como prevé Rigetti Computing, e IonQ logra dominar el 90% del negocio con márgenes del 50%, la compañía podría alcanzar una valoración de 270.000 millones. Un crecimiento superior a 10 veces su tamaño actual, pero basado en supuestos aún inciertos.
INTUICIÓN CONTRA CERTEZA
El dilema para los inversores es evidente: apostar por el presente consolidado o por un futuro aún en fase teórica. Drury plantea la cuestión con pragmatismo: “¿Qué es más probable? ¿Que Nvidia siga beneficiándose de un gasto masivo en IA o que IonQ logre una hegemonía cuántica antes de 2030?”.
Su respuesta es clara: mantener Nvidia. “El dinero real sigue fluyendo hacia la inteligencia artificial, no hacia la computación cuántica”, concluye.
El entusiasmo por IonQ recuerda al que rodeó en su día a las puntocom: un potencial inmenso, pero con el riesgo de adelantarse a su tiempo. La diferencia es que, ahora, los inversores cuentan con un patrón probado -el de Nvidia- que sigue generando beneficios consistentes y liderazgo tecnológico.
CONCLUSIÓN: EL FUTURO AÚN NECESITA PACIENCIA
En este duelo entre bits y qubits, Nvidia sigue siendo la apuesta con pies en la tierra, mientras que IonQ representa el sueño cuántico por alcanzar. “No hay que vender el presente para comprar el futuro”, sentencia Drury con ironía.
En definitiva, la tecnología cuántica podría ser la próxima gran disrupción, pero su momento aún no ha llegado. Y en los mercados, como en la física, el tiempo lo es todo. Hasta que la teoría se materialice, el silicio seguirá mandando.



