La banca británica se prepara para un golpe fiscal histórico en el Presupuesto de Otoño
El próximo Presupuesto de Otoño de Reino Unido está a la vuelta de la esquina. La ministra de Hacienda, Rachel Reeves, lo presentará el 26 de noviembre, y amenaza con convertirse en un punto de inflexión para la banca y las empresas británicas. El Gobierno busca fórmulas para aumentar la recaudación sin incumplir su promesa de no subir impuestos a los hogares, y todo apunta a que el sector financiero será uno de los grandes afectados.

“Los bancos británicos llegan a los presupuestos de otoño con un blanco en la espalda. Tras una racha de beneficios récord –unos 53.000 millones de libras previstos este año para los cinco grandes–, el sector parece una fuente fácil de ingresos mientras la ministra de Hacienda busca fórmulas para cubrir el déficit fiscal sin incumplir sus promesas de no subir impuestos a los hogares", escribe Matt Britzman, analista sénior de renta variable en Hargreaves Lansdown.
“Los bancos británicos llegan a los presupuestos de otoño con un blanco en la espalda"
Los bancos han disfrutado de una etapa de beneficios extraordinarios gracias a los altos tipos de interés, que han impulsado sus márgenes y permitido devolver miles de millones a los accionistas vía dividendos y recompras. Este escenario, según los analistas, convierte a la banca en un objetivo fácil para el Tesoro.
"Políticamente, gravar esas ganancias (de los bancos) entraña un riesgo bajo: pocos votantes se compadecerán de los bancos. Pero existe un equilibrio: unos bancos sólidos son esenciales para el crédito, la inversión y el crecimiento económico. Si se aprieta demasiado, Reino Unido corre el riesgo de minar uno de sus principales motores de crecimiento”, advierte Britzman.
LAS OPCIONES Y SU IMPACTO
Entre las opciones sobre la mesa, destaca la posible subida del recargo bancario del 3% al 5%, un impuesto adicional sobre los beneficios en Reino Unido que estuvo en el 8% antes de 2023. Otra alternativa es limitar el interés que los bancos reciben por sus reservas en el Banco de Inglaterra (BoE, por sus siglas en inglés), aunque este escenario se ve menos probable por su impacto en la política monetaria.
"Los bancos cobran intereses por el efectivo depositado en el banco central, lo que ha costado al Tesoro más de 21.000 millones de libras en lo que va de año. Un recorte total afectaría a la política monetaria, por lo que parece poco probable. Si se optara por este camino, sería más factible un ajuste al estilo europeo, en el que una parte de las reservas no devenga intereses".
La opción más probable, un aumento del recargo del 2%, supondría un impacto bajo, de un solo dígito, sobre los beneficios de los cinco grandes bancos, según calculan desde Hargreaves Lansdown. Sin embargo, no se repartiría de forma uniforme: entidades centradas en el mercado británico como Lloyds y NatWest serían las más afectadas, ya que casi todas sus ganancias tributan en el país. En cambio, los bancos globales como HSBC y Standard Chartered estarían más protegidos, gracias a su amplia presencia internacional.
Los bancos británicos ya soportan una de las cargas fiscales más elevadas del mundo, y nuevas subidas podrían dañar la competitividad de Londres. Los directivos han advertido en otras ocasiones que un aumento de impuestos podría llevar a los grandes grupos internacionales a replantearse su presencia en Reino Unido.
Con todo, y pese al ruido, el estratega de Hargreaves Lansdown considera que las perspectivas del sector siguen siendo "constructivas".
"Las valoraciones no están tan baratas como el año pasado, pero aún hay potencial al alza. El verdadero riesgo no es el Presupuesto de Otoño, sino una economía débil y la posibilidad de menor demanda de crédito si la situación se deteriora. Por ahora, los bancos británicos siguen bien capitalizados, rentables y preparados para resistir ajustes fiscales moderados".
DETERIORO DE LA CONFIANZA EMPRESARIAL
Y es que, la inquietud no se limita al sector financiero. El Índice de Confianza Económica del Institute of Directors (IoD) se hundió en septiembre a -74, mínimo histórico, desde -61 en agosto. Las empresas recortan expectativas de inversión y contratación, y anticipan mayores costes en impuestos, energía y cadenas de suministro, según el dato elaborado por esta organización británica.
Emma Wall, estratega jefe de inversiones en Hargreaves Lansdown, apunta que la incertidumbre fiscal es uno de los factores decisivos de este desplome: “Las compañías piden un entorno más favorable a la inversión y el crecimiento, en lugar de nuevas cargas que pueden lastrar la competitividad”.
El propio primer ministro, Keir Starmer, agradeció recientemente a las empresas británicas el esfuerzo asumido en el presupuesto del año pasado, pero el mensaje no ha calmado los temores.
Aunque los analistas consideran que los bancos siguen bien capitalizados y capaces de soportar ajustes moderados, el verdadero riesgo está en el deterioro de la economía y en una posible caída de la demanda de crédito. El Presupuesto de Otoño, lejos de disipar dudas, mantiene en vilo a la City y al conjunto del tejido empresarial británico.



